EL MANEJO DE AGUA SUBTERRANEA, A LA AMERICANA: |
TECNICAS ANTIGUAS Y MODERNAS |
Por Kashyapa A. S. Yapa |
En
el año pasado, se dio un acuerdo sin precedentes, entre dos
miembros de la federación estadounidense, Arizona y Nevada.
El Estado de Nevada, escasamente poblado, no consume el
cupo completo, del agua del Río Colorado, que, hace mucho, le
asignó un pacto regional, y su poderoso vecino, el
siempre-sediento Estado de California, amenaza asignarse el
excedente. Su
menos-poderoso vecino, Arizona, también sufre, porque su
reciente auge poblacional está agotando sus aguas subterráneas.
El acuerdo, que se dio, permite al Estado de Arizona, a
alimentar su nivel freático, con el agua que ahora sobra a
Nevada, y éste, a su vez, mantiene el derecho, para retirar del
Río, la misma cantidad sobre su cupo, cuando su población lo
necesite. Un paso
extraordinario, para estos Estados occidentales, que tenían
mayor fama por sus despiadados saqueos, de las aguas subterráneas. En
cambio, los pueblos indígenas de América, han siempre
alimentado la madre tierra con el líquido vital, antes de
aprovecharlo. La árida costa Pacífica, sostiene a grandes poblaciones,
desde tiempo inmemorial, porque los ingenieros antiguos, conocían
bien cómo reacondicionar su ambiente seco, para soportar todas
las formas de vida –su flora y su fauna.
En general, ellos redujeron la velocidad de la escorrentía
(las aguas lluvias que corren en la superficie), para aumentar
la infiltración, y trasladaron sus campos de cultivos hasta
donde existe la humedad, para aprovechar de la agua infiltrada;
las particularidades de estas técnicas, sin embargo, dependen
de la topografía local y de los recursos disponibles. Alimentación de aguas subterráneas: |
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Donde
las quebradas están bien definidas, las bloquearon, con pequeños
muros de piedra (check
dams), para frenar brevemente la escorrentía.
En los antiguos pueblos de los Anasazi, la Mesa Verde y
el Cañón de Chaco, en el sudoeste norteamericano, cientos de
estos muros atravesaban pequeños arroyos; algunos, hasta
desviaban la escorrentía hacia sus ‘campos agrícolas
bordeados.’ |
Con
cientos
de muros de piedra como éstos, en el pueblo Anasazi de Mesa
Verde (Colorado, USA) (desde 600 d.C.), bloquearon los arroyos,
para atrapar los sedimentos y aumentar la infiltración. |
Estos
campos agrícolas, rodeados por tierra amontonada, y que reciben
y almacenan, agua canalizada o de precipitación, cubren vastas
áreas en el árido sudoeste norteamericano (bordered
gardens - Cordell, 1984), y también, en el litoral norte
peruano (bancadas o canchas
- Deza, 1999.) Existe
otra versión, del campo agrícola que aprisiona agua, en la
planicie alta, al norte del Lago Titicaca.
Allí, las lluvias escasas y las heladas abundantes,
obligaron a los agricultores de la cultura Pukará, a ingeniar
este sistema único. Grandes
‘platillos,’ o qochas,
de 90 a 150 metros de diámetro y de poca profundidad, fueron
excavados laboriosamente, y en grandes cantidades, bastante
cerca uno del otro, para recoger casi toda el agua que se
precipita en el área. Unos
reservorios parecidos, construyeron las comunidades Huarpa/Huari,
quienes dominaban la serranía semiárida de Ayacucho, Perú. Formaron esos pozos, encerrando con muros gruesos de tierra,
unas amplias 'sillas de montura' entre las montañas, para
almacenar, las aguas lluvias, y otras que fueron canalizadas
desde cumbres altas. |
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Esta planicie de 384km2, a la altura de 3900msnm, esta agujereada por unos 25000 qochas. El diámetro de cada una es, de entre 90 a 150m, y su profundidad de 2 a 6m (Flores y Flores, 1983). Los agricultores siembran en su lecho, entre los surcos, cuando el espejo del agua retrocede, sin temor a que las heladas ni las sequías los afecten. Las qochas probablemente fueron excavadas por la cultura Pucará (400 a.C. – 200 d.C.). (Llallagua, Prov. de Azángaro, Dept. de Puno, Perú) |
Uno
de los 4 reservorios (ahora rodeados por cactus) que juntos
almacenan 20000 m3 de agua (Pérez, 1999), en Tahuacocha, en el
valle de Ayacucho, Perú, construidos alrededor de 0-500 d.C. por
las culturas Huarpa y Huari. |
Aunque
parece paradójico, el sembradío en las planicies aluviales
Americanas, también sufre, por la escasez de humedad en sus
largas épocas de estiaje, la cual solucionaron los ingenieros
antiguos, con algo que ahora consideramos como un problema: la
inundación. En
casi todas, de las planicies inmensas, ellos implementaron un
esquema de manejo integral de aguas (Yapa, 1997), y desviaron
las inundaciones hacia las depresiones, naturales o modificadas,
a través de canales y camellones (muros anchos de tierra) largos, para elevar el nivel freático
en la sequía. En
cambio, los proyectos modernos, que prometen recuperar más
tierra para cultivos de los mismos pantanos, como por ejemplo,
el Proyecto Bajo Guayas de CEDEGE (1994) en el Ecuador, o el
Proyecto Multipropósito URRA I (Alzate et al, 1987) en
Colombia, se atascan en sus intentos de encerrar los ríos; se
olvidan de los beneficios que traen las inundaciones y dejan a
los campesinos en situaciones peores que antes. |
Sistemas
antiguos del manejo de las aguas de inundación: Arriba- Depresión Momposina en los ríos Cauca y Magdalena, Colombia (900 a.C.-1200 d.C.) (foto de p69, Boletín #20, Museo de Oro, Colombia, 1987) Abajo- Sitio Peñón del río, Duran, Guayas, Ecuador (anterior a 1000 a.C.) (foto de Michael Muse) Los grandes pantanos, fueron convertidos en campos productivos, con larguísimos canales y camellones. Los canales, desviaban las avenidas hacia las pozas, mientras los camellones permitían, cultivar y habitar encima de ellos, todo el año. Tales obras monumentales y milenarias, cubrían casi todas las planicies de inundación de América (Yapa, 1997). |
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Intentos
modernos para recuperar los mismos pantanos: Arriba- los túneles de desvío en el Proyecto Multipropósito URRA I, en Alto Sinú (arriba de la depresión Momposina), Cordoba, Colombia; Su reservorio, detiene las inundaciones anuales y no permite alimentar las depresiones naturales, pero no es útil, frente las avenidas devastadoras. Abajo- las compuertas de desvío, en el río Bulubulu, del Proyecto Bajo Guayas de CEDEGE, Manuel J. Calle (arriba de Durán), Guayas, Ecuador; estas, desvían las avenidas de las depresiones naturales y bota las aguas, en una reserva de manglar, matándolo (Yapa, 1997) |
Hasta
ahora hemos mencionado técnicas, que permiten recoger agua, sin
tapar los arroyos directamente; y en el Continente Americano,
con sus famosas lluvias torrenciales del fenómeno de El Niño,
la construcción de un dique sobre un cauce de agua requiere
extremos cuidados. Esto,
no detuvo a los antiguos habitantes, de la península de Santa
Elena de Ecuador, quienes construyeron allí, cientos de albarradas (pequeñas ciénagas creadas por muros de tierra que
tapan los arroyos), las cuales siguen alimentando, hasta hoy día,
manantiales y pozos en las planadas bajas.
Parece que ellos actuaron con mucha prudencia, y ubicaron
sus muros, únicamente, en los nacimientos de los arroyos,
especialmente en las laderas suaves, donde el agua fluye lento.
Un estudio profundo sobre las albarradas, corrobora otro aspecto
de la sabiduría milenaria: casi todas, están ubicadas en
terrenos permeables o semipermeables (Álvarez et al, 2001),
donde la infiltración es optima. Los
ingenieros del pasado, también asumieron el reto, de construir
grandes represas, tapando arroyos caudalosos, pero lo han hecho
solamente, cuando las circunstancias les permiten edificar una
estructura que perdure. La
presa Purrón, un muro de tierra de 18 metros de altura, que
bloqueaba un arroyo, en el cuello de una gran planada
cultivable, en Puebla, México, tiene una anchísima base, de
unos 100 metros, que asombraría un ingeniero moderno; la presa
resistió, por más de un milenio, las fuerzas erosivas de la
naturaleza. Otra
obra masiva, el dique-acueducto, de 1400 metros largo, de Ascope,
en La Libertad, Perú, formó una laguna inmensa, de 22 millones
de metros cúbicos (Deza, 1999), que ni las lluvias de El Niño
pudieron desbordar su muro de tierra.
Existen varios otros diques-acueductos en la costa norte
peruana, pero ninguno cuenta con un desagüe de fondo; parece
que fueron diseñados para nutrir el nivel freático, con sus
aguas almacenadas. La
gran laguna ‘La Tapada,’ ubicada en la cima de la cordillera
Chongón-Colonche, sobre el valle de Las Balsas, en Ecuador, sí
tiene un desagüe de fondo.
Un manantial nace debajo del dique, y su caudal
voluminoso se infiltra al entrar en el valle y alimenta los
pozos del pueblo. Al
parecer, sus antiguos beneficiarios elevaron el dique natural de
La Tapada, para asegurar un caudal constante, con una mayor
acumulación detrás, y también, para evitar un desborde
calamitoso por El Niño. |
El corte del dique Purrón, erosionado por el arroyo Lencho Diego, en el valle de Tehuacan en Puebla, México. Esta estructura, inmensa, de 800m de longitud, fue construida en varias etapas, por los agricultores, durante el período que va de 750 a.C. a 300 d.C. (Yapa, 2000). |
El
acueducto de Ascope, de 1400m de longitud, formó la laguna 'Alto
Pichona' en el valle de Chicama, Dept. de La Libertad, Perú.
Ahora, el agua se concentra en la esquina derecha del lago. |
El reservorio 'La Tapada,' cuando se llena, cubre algunos kilómetros cuadrados, en los terrenos altos de la comuna de Las Balsas, en la península de Santa Elena, Ecuador. |
El
riego en terrenos permeables, también trae, como un beneficio
indirecto, la recarga de los acuíferos.
Los ingenieros Chimú, del norte de Perú, lo sabían
bien, y construyeron muchos canales de riego, en el valle medio
de Moche (Moseley, 1992), ya que su capital, la inmensa
ciudadela Chan Chan, que se abastecía principalmente de agua
subterránea, estaba ubicada en la parte baja del valle. Dada
la variedad, la ingeniosidad y la economía, de las tecnologías,
empleadas anteriormente, para alimentar las aguas subterráneas,
¿qué mecanismo, creen ustedes, que empleará el Estado de
Arizona para solucionar su problema?
¡El más costoso de todos!
Ellos bombearán el agua del Río Colorado; lo elevarán
sobre un cerro, y conducirán por el costosísimo y larguísimo
Canal Central de Arizona, para botarlo en el desierto a que se
infiltre. Felizmente, hay otros ingenieros modernos, que utilizan técnicas más económicas, para apresar la humedad en el suelo. En los declives suaves, más arriba de los arrozales, en la costa de Guyana y Surinam, construyeron en el siglo pasado, cantidades de pozas artificiales ( polders), que almacenan algunas hectáreas de agua de lluvia, detrás de ‘herraduras’ de tierra. El Gobierno Venezolano, también, intentó implementar un sistema similar, llamados ‘módulos’, en la planicie del Río Apure, pero el proyecto fracasó, porque sus técnicos no tuvieron la paciencia de observar el comportamiento de la naturaleza, para ir adecuando sus diseños. Iban a sembrar pastizales, cuando se secara el agua en estos módulos, pero construyeron tantos, tan de cerca y tan deprisa, que cuando se desbordaron las pozas de arriba, esa agua causó un ‘efecto domino’ y erosionó todos los diques de abajo (Yapa, 1997.) |
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Explotación
de aguas subterráneas |
Izq:
De las 28 galerías de filtración, que se encuentran en el valle
de Nasca, Perú, desde 600 a.C., algunas penetran hasta un
kilómetro, en el conglomerado y recogen caudales hasta de 25 litros por segundo (González, 1978). Abajo: Los agricultores, invirtieron grandes esfuerzos, para construir, más o menos a cada 50 metros, pozos espirales, con mampostería de cantos rodados, para limpiar los túneles que siguen funcionando hasta ahora. |
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El campesino actual, tampoco se queda atrás en sus búsquedas de agua. Caminando un día por las laderas Andinas de Riobamba, Ecuador, y al ver un impresionante campo terraceado, me detuve para charlar con su dueño. “Le agradezco mucho por conservar las técnicas agrícolas milenarias, como este muro antiguo...” Estos elogios míos fueron en vano, porque Don Miguel Bravo me corrigió pronto, “Bueno, este muro no tiene más de dos años, y lo construí yo mismo,” luego me guió hacia arriba. “Pero, los estiajes largos me secan las plantas. Así que me tocaba ir adentro, a buscar el ‘oro’...” decía, mostrándome orgullosamente su invención: una galería grande, que penetraba la ladera de cangagua unos 50 metros, para encaminar una gotera hasta su maizal. |
Posa orgullosamente, Don Miguel Ángel Bravo a la entrada de su galería de filtración. (vía Cacha, Riobamba, Ecuador - 1995) |
Aún cuando se agotan las goteras, el agricultor no se deja vencer; persigue las gotas que se infiltran, hasta llegar donde ellas descansan –el nivel freático. Tales esfuerzos laboriosos, tras siglos y siglos, ha dejado agujereada la costa norte y central peruana, con miles de ‘campos hundidos,’ cada uno entre 10 a 40 metros de ancho y de 30 a 100 metros de largo, y unos dos metros más hondo que la superficie original, bordeados por tierra amontonada (Parsons, 1975). Hasta los cronistas españoles, no se olvidaron de exaltar, esta forma industriosa de sembrar a la par del nivel freático. Desgraciadamente, el bombeo excesivo actual de aguas subterráneas, ha forzado el abandono de muchos de estos campos. Una versión monumental de los campos hundidos, unas ‘piscinas verdes’ de algunas hectáreas de superficie, hundidas artificialmente en unos 8 a10 metros, aparecen cerca de la ciudadela Chan Chan. Estos ‘wachaques,’ que abastecían las residencias reales Chimú, con aguas y legumbres frescas, no sufrieron de contaminación salina, aunque están ubicados junto al mar; sus ingenieros se dieron cuenta de que, el regadío constante en la parte alta, ayuda a suprimir la capa de agua salada en la zona costera. |
Wachaque chico, uno de los dos grandes campos hundidos, al lado de la ciudadela Chan Chan, en Trujillo, Perú, construido alrededor de 1250-1400d.C. Los agricultores continuan sembrando legumbres allí, pero ahora, tienen que regarlas con bombeo (Topic y Topic, 1980). |
Como la poza, está hundida unos 10m debajo de la superficie, una mampostería de cantos rodados, retiene el suelo arenoso que la bordea. |
Izq: El inmenso
wachaque grande, se extiende hacía la playa. Abajo: Campos hundidos, dentro de las ciudadelas en Chan Chan; "¿jardines de placer?" |
Todas
estas tecnologías ancestrales para explotar agua subterránea,
siguen al pie de la letra, los principios básicos de la
ingeniería: la eficiencia en el uso de los recursos, y la
efectividad del sistema. Eso
sí, casi todos estos sistemas requieren una inversión inicial
fuerte, principalmente de la mano de obra.
Las sociedades tradicionales pueden satisfacer este
requisito, sin afectar negativamente a los trabajos cotidianos,
porque sus pueblos están acostumbrados a la minga,
el trabajo comunitario obligatorio.
Cuando se termina la construcción, estas obras no
necesitan mayores gastos de operación, sino un mantenimiento
rutinario, lo cual también cumple la minga. Y, ¿la
efectividad del sistema? El
funcionamiento hasta hoy, de muchas obras antiguas, lo demuestra
perfectamente. ¿Por
qué no aplicamos las mismas bases para evaluar los proyectos
modernos? Veamos.
¿Cómo, piensan ustedes, que el Estado de Arizona, sacará
el agua del Río Colorado, que trajo bombeando para que se
infiltre en el suelo? Sí,
atinó usted bien. ¡Bombeando de nuevo! -Septiembre
2001. |
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