EL DIARIO DE

UN POLIT-ECO TURISTA

LA REVOLUCION DE GUAMOTE

Por

Kashyapa A. S. Yapa

Cuando terminó la reunión del consejo municipal, los dirigentes indígenas -los cuatro consejeros y el alcalde, Mariano Curicama- se quedaron a conversar. De repente, Mariano se viró hacia mí con ojos inquisitivos (yo me preparé para otro bombardeo de preguntas). "Mira, siempre dices que Sri Lanka, tu país, está al otro lado del mundo. Pero, ¿cómo es que el mar no los inunda a ustedes?" ¡Qué pregunta! Desapareció mi tensión corporal y me iba a explotar en carcajadas, cuando vislumbré las caras serias de mi audiencia. Paré mi boca medio abierta: ¿me río o no?

Mariano es un hombre privilegiado, si lo comparamos con la mayoría de los guamoteños. Terminó su bachillerato, pero él se burla, "soy apenas un bachiller nocturno." Bajito, como muchos indígenas, ya se acerca a los 50 años, aunque su rostro, cuadrado y siempre bien rasurado, no lo demuestra, tal vez porque en su niñez escapó del sol ardiente y el viento congelante de la cordillera andina, para salir a la ciudad junto con sus padres. Cuando volvió, su castellano perfecto y la licencia de conducir le facilitó el liderazgo entre los indígenas. Su trabajo como chofer de los funcionarios del gobierno que trabajan en proyectos de desarrollo, le ayudó a hacer importantes conexiones también entre los mestizos.

Mariano escucha a doña Dolores

En 1992, cuando el movimiento indígena ecuatoriano empezó a levantar su cabeza en la política nacional con identidad propia, Mariano contagió a su gente con una ola de entusiasmo y capturó la alcaldía de Guamote: un acto sin precedentes en un municipio compuesto en un 95% por indígenas. Su triunfo despertó las esperanzas dormidas de cientos de comunidades indígenas -dispersas y abandonadas en el altiplano- de tener algún día en cada pueblo una carretera, una escuela, un centro de salud, la electricidad, el agua potable ... Un reto que paralizaría el ingeniero más experimentado: pero para Mariano, todo esto era un deber que tenía que cumplir.

Sectores rurales de Guamote

Pero primero le tocaba poner la casa en orden. Hubo mucho resentimiento entre los empleados municipales, la mayoría mestizos, contra el jefe indio. Mariano hizo que todos, desde el contador hasta el guardián, reciban órdenes directamente de él. En su auto, los visitaba en cualquier lugar y cualquier hora para asegurarse de que las órdenes se habían cumplidos. Poco a poco, el elefante municipal empezó a dar señales de vida.

Guamoteños esperanzados

Según las cifras, Guamote es el cantón más pobre de todo el Ecuador. Pero Mariano vio recursos que no contabilizaban los economistas. Embarcado en su sueño de suministrar servicios básicos a todas las comunidades indígenas, él gastó sus fondos sólo en los materiales, luego aprovechó la tradición de mingas, el trabajo comunal voluntario, para obtener mano de obra. Los comuneros, viendo ya los materiales en su sitio, se animaron a preparar las zanjas, colocar los tubos o mezclar el hormigón.

Pero los diseños típicos de ingeniería no permiten aprovechar el aporte de las mingas eficientemente, porque han sido preparados para utilizar maquinaria principalmente. Tampoco encontró él un técnico que supervise a los mingueros indígenas, sin evocar las memorias del huasipungo (la antigua práctica con que los hacendados explotaban los indígenas). Como ya estaba cansado y frustrado de hacerlo todo solo, Mariano aceptó con gratitud y entusiasmo mi apoyo como ingeniero voluntario.

Aún así, mis primeros meses en Guamote fueron un fracaso total. Mariano no entendió la filosofía detrás de mis diseños revolucionarios, basados en la utilización óptima de los recursos locales para reducir los costos. En el campo, la gente lo convenció y cambió mis diseños a los que ya estaban acostumbrados, con el resultado de obras tardías y costosas. El problema era que él no confiaba en mí suficientemente como para permitirme supervisar a los mingueros.

La gente trabajadora

Y ahora, ese mismo Mariano me pregunta, ¡por qué no nos ahogamos en el otro lado del mundo! Un escrutinio de las miradas ansiosas de los dirigentes me convenció de que aquí no cabía la risa. De pronto se prendió un foco en mi cabeza, tal vez ellos nunca aprendieron bien cómo funciona este mundo. Respiré profundamente, escarbé las memorias oxidadas de física y comencé a explicarles cómo la fuerza de gravedad se mantiene el mismo nivel del mar todo alrededor del mundo y nadie se ahoga.

Mingueros en acción

Desde entonces, no hubo ninguna discusión más sobre quién supervisa los trabajos de las mingas. Mariano me llevaría a una comunidad y me presentaría diciendo, "éste es otro indio, ¡sólo que llegó 500 años después!"

Al principio