El
asesinato ceremonial -PARTE II- |
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VIENE DESDE...
PARTE I
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Una catástrofe ambiental |
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Don Andrés de San Sebastián, un pescador experimentado, entendía bien el dilema del Bocachico: “El no es un nadador fuerte, nada en zigzag para no enfrentar directamente la corriente del río. ¿Cómo él iba a remontar ese chorro del túnel?” La gente aún recuerda las patéticas escenas que se producían cerca de los túneles. Cantidades de peces seguían saltando desesperadamente sobre las salidas de los túneles, y la fuerza de agua les empujaba abajo, una y otra vez; era un acto de suicidio comunal. Miles de Bocachicos comenzaron a flotar, muertos. La palabra voló a la velocidad de sonido, y la gente se precipitó hacia el sitio para llevar los pescados muertos, en sacos. Los responsables actuaron rápidamente para encubrir este desastre ecológico: Atraparon los peces muertos con mallas grandes, y con retroexcavadoras, los enterraron en fosas comunes en la misma orilla del río. |
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Sin embargo, las autoridades fallaron, miserablemente, en su intento de tapar con los dedos la desnudez de sus informes ambientales favorables al Proyecto, porque todavía, lo peor estaba por llegar. En 1992, la empresa CORELCA, antecesora de Urrá S.A., dueña de la planta hidroeléctrica, publicó, en su informe de evaluación ambiental del proyecto, que Urrá I no causaría significativos cambios biológicos ni hidrológicos en las ciénagas del Río Sinú. Después, en 1993, la CVS, la autoridad regional ambiental, otorgó a CORELCA la concesión del uso de agua para la planta hidroeléctrica, indicando allí que la liberación de un cierto caudal desde la represa, en los meses de Mayo y Junio, sería suficiente para sostener la reproducción de los peces migratorios. La verdad fue totalmente opuesta. |
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Después de 1996, el Bocachico nunca más regresó, a ninguna de las ciénagas sinuanas. La aniquilación de la pesca en el río Sinú, desencadenó un desastre regional. La sobrepesca acabó con todo este recurso vital; ahora, en la cuenca baja de los ríos San Jorge y Cauca, que antes era una mina de oro en cuanto a la pesca, los pescadores no pueden recuperar ni sus gastos de combustible. La famosa y cercana ciudad turística, Cartagena, hoy recibe el Bocachico vía aérea, ¡desde Argentina! |
No solamente a la pesca, Urrá I amenaza también a la propia existencia de las ciénagas. A pesar de que no se disponía de un permiso para llenar la represa, el contratista la comenzó en Enero de 1999, bajo el pretexto de que necesitaba hacer pruebas de las turbinas con agua. Desde allí, la vida de cada cienaguero ha sido un salto al vacío. Los asolvados y abandonados caños alimentadores no lograron desviar, desde el río casi seco, caudales suficientes a las ciénagas. Sus propias cuencas pequeñas ya no cuentan con árboles sino con cultivos agro-pastoriles, y les aportan, si es que lo hacen, aguas contaminadas solamente. Cuando retrocede el espejo de agua de las ciénagas, los ganaderos y agricultores inmediatamente emprenden sus actividades en estos suelos frescos y húmedos, aumentando más la contaminación. Las inundaciones anuales del Sinú, que antes las limpiaban y recargaban, ahora están controladas por la represa de Urrá I, por lo tanto, estos adorables cuerpos de agua que ayer albergaban vida abundante, hoy enfrentan la desgracia, la humillación y su eventual extinción. De sus aguas estancadas, suben nubes de mosquitos que fomentan epidemias nunca antes conocidas por los campesinos. |
Como decía Don Andrés de Ciénaga Grande de Lorica, “Aquí, después del Sol, ¡hasta los burros piden mosquiteros!” Una situación similar prevalece en las orillas de la represa Urrá donde la biomasa tropical se descompone en aguas muertas, y los niños Embera suelen enfermarse fácilmente por epidemias, que no pueden controlar por no disponer de defensas naturales. |
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La operadora de la represa sigue soltando un caudal mínimo de agua aún durante la sequía, pero el río ya ha perdido su vitalidad. Muy pocas de las comunidades vecinas al río disponen de sistemas de agua potable, y las otras siempre aprovechaban el río para sus necesidades domésticas –beber, bañar, lavar y hasta regar. Pero nunca más, después del dique. Don José de Playón, cerca de Lorica, dice, “El agua del río se ve con un color como de Cobre, no me da ganas ni de bañarme. Imagínate, que antes uno solo echaba un balde al río...” Ahora la gente no tiene opciones, o toma el agua verdosa del río o la de la ciénaga convertida en una poza tenebrosa. |
Aparentemente, la biomasa tropical, rica en nutrientes, esta descomponiéndose sin oxígeno, en el fondo de la represa, y el río debajo del dique recibe esta agua estéril, nula en oxígeno y rica en sulfuro. En muchos reservorios tropicales, como el vecino Lago Bayano de Panamá, Brokopondo de Suriname o Curuá Una de Brasil, las aguas superficiales ricas en oxígeno no llegan al fondo porque sus cuerpos de agua sufren de estratificación termal: la formación de capas desde la superficie hasta el fondo que varían de temperatura. Las aguas de la represa Urrá I, que es más angosta, profunda y pequeña en superficie, tiene menos posibilidades de mezclarse, aún con la ayuda del viento. A pesar de décadas de experiencias con tales reservorios defectuosos, los planificadores de Urrá nunca se preocuparon de este problema tropical, y simplemente copiaron los diseños que vienen de climas templados, donde los cambios estacionales de temperatura, imponen un intercambio obligatorio de las capas termales en sus cuerpos de agua. |
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Desde que comenzaron a llenar la represa, la escasez del caudal en el río ha permitido que penetre con venganza la cuña salina, más de 20 kilómetros aguas arriba desde la desembocadura, destruyendo los campos agrícolas y los manglares que sostenían unas 2500 familias en el Sinú delta. En su concesión de agua, el CVS ordenó al operador del dique que no debe permitir la penetración de agua salada más allá de 7.3 km desde la costa, sin embargo, estas ordenes se limitan al papel impreso. Ha salinizado hasta la toma de la estación de bombeo en el distrito de riego La Doctrina, que necesita bombeo continuo para regar sus 3000 hectáreas de arroz y otros cultivos. |
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Río abajo, floreció sal, en vez de arroz, en las 3500 hectáreas alimentadas por los caños Sicará y Grande, lo que forzó a gran cantidad de familias campesinas a desplazarse hacia los cordones de miseria en Montería. Con el cambio del curso del río desde Caño Grande hacia la bahía de Tinajones, en los años cuarenta, inició la entrada de agua salobre en esta zona. Por los años ochenta, este delta antiguo recobró un equilibrio saludable entre las aguas frescas y saladas; y sus ciénagas abundaban con peces, de nuevo. Después de la debacle causada por Urrá I, por la presión vigorosa de los campesinos quienes decidieron seguir luchando, las autoridades comenzaron a limpiar y profundizar los caños para desviar más aguas frescas hacia la zona; pero, los poderosos camaroneros, quienes ya han usurpado una parte de la zona, tienen otros planes. |
La
industria camaronera desea salinizar el delta entero, paso
previo que condenara a la tierra y le dividiera en piscinas; y
para esto, el proyecto Urrá, manejado por la misma clase
corrupta, le proporciona la mejor oportunidad.
Los camaroneros lograron frenar la restitución de los caños,
y ahora manipulan a la viciada burocracia gubernamental, para
intimidar a los pobres campesinos para que entreguen sus
parcelas a precio de gallina robada. La Tutela Constitucional – ¡invalidada! La
decisión de la Corte causó un caos entre las filas de los polítiqueros
cordobeses. Gritaban
al Gobierno Central, “... ¿Cómo ustedes van a dejar perder
una inversión de 900 millones de dólares, simplemente porque
no les conviene a unos indiecitos?”
Intentaron sobornar a los líderes indígenas (y lograron
comprar un grupo minúsculo de los Embera.)
Finalmente, los que siempre manejan la última palabra,
los paramilitares, mandaron una carta al Gobierno, acusando a
los Embera como simpatizantes de la guerrilla.
En menos de una semana, el 5 de Octubre de 1999, el
Ministro de Medioambiente, el auto-denominado primer
ambientalista del país Juan Mayr Maldonado, emitió la licencia
ambiental para operar la represa, dejando la Tutela
Constitucional sin validez. Urrá S.A. entrega las compensaciones según le convenga. Los indígenas quienes suscribieron un convenio apoyando el Proyecto, recibieron dinero mensualmente, que acabó con sus vivencias tradicionales; ellos se mudaron a la ciudad, consumieron alcohol, frecuentaron las prostitutas, y prostituyeron hasta su propia cultura. Los que retaron al Proyecto, tuvieron que escapar a tierras altas, para salvarse, cuando las aguas de la represa les alcanzaron; el reasentamiento de estas familias se quedó como en un cuento de hadas. Un subsidio a todos los Embera, negociado como compensación, a los graves impactos causados por Urrá I a su alimentación y a su modo de transporte, ha desatado un escandaloso acto de corrupción que involucra algunos funcionarios de Urrá S.A., en la desaparición de más de un millón de dólares. Y, ¿qué recibieron los indígenas del resguardo Zenú como compensación a sus ingresos perdidos a causa del Proyecto? ¡Un camión de gallinas y chanchos! |
A pesar de su culpa en la exterminación de la pesca en el Sinú, Urrá S.A. no tiene vergüenza en jactarse de su gran plan de reordenamiento pesquero de la zona. Habla de repoblar de peces la cuenca, pero nadie conoce el paradero de estos peces. Los desesperados pescadores cavaron piscinas de criaderos por toda la cuenca baja del Sinú, pero las promesas de Urrá S.A. en suministrarles los alevines, se han limitado a nada más que palabras bonitas. Como el Bocachico nunca se reproduce en piscinas, la piscicultura no se puede sostener sin una reintroducción constante de alevines. |
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¿Qué
hay de los beneficios del Proyecto? Hoy
día, Urrá S.A. convenientemente diluye sus muy promocionadas
proclamaciones iniciales, de controlar las inundaciones del Sinú
a través de su represa, a la de ‘control parcial.’
Porque ella no puede hacer más. Su
pequeño volumen apenas le permite atenuar los pequeños
caudales picos que vuelven año tras año.
Estas inundaciones anuales solían traer muchos
beneficios; limpiaba el río de basura y contaminantes,
recargaba las ciénagas con peces y nutrientes, alimentaba los
acuíferos, lavaba las sales en el delta, etc.
Eso sí, últimamente, tales inundaciones también
causaban molestias a los que habitaban en las tierras anegadizas
inmediatas al río. El
‘control’ que ejerce Urrá I crearía en esos habitantes un
sentido de seguridad, pero ¡será un sentido de seguridad falso! Más gente invertirán en ‘recuperar’ tierras más y más
cerca de las orillas, hasta el día que vuelva una inundación
como la de El Niño. ¡La
devastación consecuente será peor, como jamás se haya
conocido! La ‘recuperación’ de tierras por el Proyecto Urrá se ha convertido en otro mito. Es verdad, al impedir la recarga de las ciénagas se libera una gran cantidad de tierras para la agricultura. Sin embargo, para cultivar en ellas, año tras año, se requiere de una infraestructura costosísima de riego y de drenaje, y una inyección continua de fertilizantes. El Distrito de riego La Doctrina en el Sinú delta provee un buen ejemplo. Esta necesita tres veces más agua para lavar el suelo que para regar las plantas. Y Urrá S.A. no ha asignado ni un centavo para tales obras. Además, antes de Urrá I, en cada estiaje, estas mismas tierras producían para los campesinos, cultivos de ciclo-corto y pasto. Estas tierras, ahora ‘recuperadas,’ pasarán a manos de los terratenientes voraces, quienes tienen el poder para manipular los fondos públicos en beneficio propio. |
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¿Se necesita semejante calamidad, como la que resultó Urrá I, simplemente para controlar las inundaciones y para cultivar en las tierras anegadizas? Los antecesores de los indígena Zenú, hace más de un milenio, ¡demostraron claramente que no! Desde los primeros siglos de la época Cristiana, ellos establecieron un maravilloso sistema de ingeniería hidráulica, modificando el paisaje de unos 150.000 ha en el Bajo Sinú y otros 500.000 ha en el Bajo San Jorge, cavando un sin número de canales y construyendo plataformas de cultivos y de vivienda, solamente con su mano de obra y sus herramientas rústicas, y lograron un verdadero sistema multipropósito. |
Canales
anchos y largos, que conectaban el río y los caños a las ciénagas
permanentes, permitían evacuar rápidamente las aguas de las
inundaciones a las zonas bajas; mientras, otros canales, cortos
y perpendiculares a los primeros, dispersaron esas aguas, que
dejaban en sus lechos sus cargas de sedimentos, ricos en
nutrientes. En pantanos de poca profundidad, donde el agua fluye sin una
dirección definida, construyeron canales cortos en grupos
densos, unos perpendiculares a los otros, que facilitaban la
sedimentación y la retención de la humedad.
Con el material que excavaban de los canales, en el
inicio y en la limpieza anual de sus lechos, elevaban sobre el
nivel de agua las plataformas entre los canales, convirtiéndolas
en lugares propicios para los cultivos, asegurados contra las
inundaciones y abonados con los nutrientes naturales. En los canales abundaba la fauna acuática, y los canales de
aguas permanentes permitían fácil acceso en canoas a los
campos de cultivo. En
esa época, no hubo ningún dique que ‘controlaba’ el río,
más bien, era una convivencia con la naturaleza.
Sin embargo, los siglos de abandono y la ‘modernización’
han borrado del valle del Sinú casi todos los vestigios de este
sistema, que repartía sus beneficios igual a todos. Los que realmente se benefician de Urrá Otros
han logrado convertir, a su beneficio, la deforestación
irrecuperable que ocasionó Urrá S.A., dentro y alrededor de su
represa. En vez de
reforestar el Alto Sinú, desvían los recursos para su mitigación,
hacia las inmensas plantaciones comerciales en el Bajo Sinú.
Un ejemplo: el ex Ministro de ambiente, José Vicente
Mogollón, ha adquirido, a precios irrisorios, miles de hectáreas
de tierra en las lomas de la Cuchilla de Cispatá, las últimas
parcelas de bosque nativo en todo el Bajo Sinú.
Reconociendo su ‘magnifica gestión ecológica’ de
sembrar plantas allí, el Gobierno le desembolsará el 80% de
sus gastos. Y, él se embolsará, además, el ingreso total de la venta
de los árboles. |
Las famosas ‘Eco Tours’ representan el esquema más patético de esta élite. Traen a los ricos citadinos y los llevan por los angostos caños del Sinú delta en lanchas motorizadas hasta las últimas ciénagas sobrevivientes, justo al lado de las inmensas piscinas camaroneras. Tradicionalmente, los agricultores del delta bloquean el avance de la cuña salina con barreras rústicas en los caños. Ahora, estos operadores de ‘Tours,’ empleando los poderes obscuros de sus jefes, hostigan a los pobres campesinos y destruyen las barreras para que sus clientes fotografíen las mejores tomas de la naturaleza. Si los camaroneros, liderados por el mismo Mogollón, logran imponer sus planes siniestros en el delta, pronto, el único fondo disponible para estas ‘tomas naturales’ serán sus ‘mares cuadrados.’ |
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Los
codiciosos intereses económicos cordobeses han forjado un
paquete de mega proyectos alrededor de Urrá.
Ahora están buscando financiamiento para una Carretera
Costera, desde el corazón bananero, Urabá, hasta un Puerto de
Aguas Profundas, planificado para San Antero en Sinú delta.
También están avanzando sus planes para unos 15
distritos de riego, a lo largo del río Sinú, que serán
financiados por el dinero público.
CVS ya otorgó la licencia ambiental para uno de ellos,
cerca de Cereté, que cubre 18.000 hectáreas.
Las autoridades no han convocado a ninguna audiencia pública
sobre ninguno de estos proyectos, tampoco han publicado ninguna
evaluación ambiental. ¿El
asalto más grande a los fondos
públicos? Urrá
II, el reservorio 10 veces más grande que Urrá I, que quieren
implantar en el corazón del resguardo Embera, dentro del Parque
Nacional Paramillo. |
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El beso de la muerte Astutos estrategas cordobeses, como el jefe paramilitar Castaño, planificaron desde muy temprano a dónde dirigir las fortunas económicas de Urrá, y también cómo apaciguar sus graves consecuencias sociales. Castaño hábilmente ordenó a sus esbirros armados que reciban bien a los Embera, en su marcha fluvial Do-Wabura. En nuestra posada para la noche, frente a su finca, nos regaló cuatro cabezas de ganado para nuestro consumo. |
El profesor Alberto Alzate Patiño de la Universidad de Córdoba, también, percibió para dónde se dirige el viento, mucho antes de su tiempo. Él publicó una investigación bien detallada sobre los impactos del plan original de Urrá en 1987, y desde la marcha Do-Wabura, resurgió como un opositor principal del Proyecto. Tal vez él conocía demasiado y demasiado bien; lo asesinaron en 1998. Mario Calderón, un investigador social de CINEP, una colectiva de pensadores Jesuitas en Bogotá, dirigía la agitación de la conciencia social contra Urrá, desde la Capital; y también cayo por ‘la boca chica’ de los sicarios, junto con su familia. Cuando los Embera llevaban sus peleas a la Corte Constitucional, los paramilitares lanzaron su campaña de intimidación dentro del resguardo, asesinando a sangre fría a Lucindo Dómico, un joven profesor y el vocero Embera durante Do-Wabura. En el año 2000, después de una gira internacional para promocionar la causa Embera, raptaron al principal líder Embera, Kimy Pernia, en Tierralta, sin que hasta hoy se sepa de su paradero. |
Hay muchos más héroes, no nombrados ni cantados, quienes fueron llevados por el mismo camino del terror para despejar la vía al enriquecimiento de la cruel mafia cordobesa. Durante mi retorno a Colombia a finales del 2001, llamé a mi amigo Armando en Montería, un profesor quien me apoyó incansablemente, en mi rápida campaña informativa en el Bajo Sinú, antes de la Do-Wabura. Su madre, al contestar el teléfono, estalló en llanto, “No, mijo, Armando ya no esta. Hace unos seis meses, ¡lo mandaron a matar!” |
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Una esperanza para el futuro |
Muchos educadores visionarios, manipulan la apertura en el currículo a la educación ambiental, para inculcar en sus alumnos, de cómo observar e investigar los impactos de Urrá y otros proyectos similares, en vez de aceptar las mentiras oficiales. |
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Cada año, más
profesionales locales, se dedican a apoyar técnicamente a las
organizaciones comunitarias, sin buscar el camino de
esclavizarse para el beneficio de los ricos y poderosos.
El resurgimiento del activismo comunitario parece lo más
prometedor, y ahora, el Bajo Sinú lidera el movimiento, donde,
hace una década, no hubo más que unas pocas organizaciones
campesinas muy débiles. ASPROCIG,
antes una alianza de algunas corporativas pesqueras alrededor de
la Ciénaga Grande de Lorica, ahora ha aglutinado a un centenar
de organizaciones comunitarias, inclusive muchas del Sinú
delta. En 1994, la
Do-Wabura despertó la mentalidad indiferente de los habitantes
del valle, y la consiguiente pérdida del Bocachico les motivó
a levantarse. Ellos
se reagruparon detrás de la organización, para luchar por
sobrevivir, en vez de encararse a la segura y lenta muerte, bajo
sometimiento de los poderosos. Como
una meta inmediata, ASPROCIG se concentra en mejorar la precaria
situación económica de la población local, golpeada por Urrá
I. Los pescadores
se organizaron para reglamentar la pesca en los pocos lugares
restantes que quedan, y distribuir equitativamente el ingreso.
Presionaron a Urrá S.A. a que dé su apoyo financiero,
para construir piscinas en las comunidades para paliar el
impacto económico negativo, y también exigieron larvas para
poblarlas. Con la
ayuda de algunas ONGs, ASPROCIG organizó un fondo rotativo para
préstamos agrícolas campesinas.
Empujaron a las autoridades para que comiencen a limpiar
los caños, especialmente los del delta.
Sin embargo, estas medidas tienen sus limitaciones: Urrá
S.A. raramente cumple su palabra, en suministrar las larvas y
otros apoyos logísticos para las piscinas; los repentinos e
irregulares cambios de caudal en el río, frecuentemente
destruyen toda la inversión agrícola de los campesinos en los
playones; y ahora, los camaroneros frenaron la recuperación de
los arrozales salinizados en el delta. Como
una estrategia a mediano plazo, ASPROCIG trabaja en los frentes
legales y políticos, para exigir a las autoridades, que
declaren las importantes y aún salvables ciénagas y humedales,
como reservas naturales. Algunas
ya han recibido la designación, pero la legislación
correspondiente y las actividades de control llevan su tiempo.
Estos pasos fortalecerán sus campañas, contra las
incursiones de la industria camaronera en el delta, y también
contra los intentos de transformar el bosque natural de la
Cuchilla de Cispatá en plantaciones comerciales. |
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Pero,
todos ya se dieron cuenta, de que mientras éste intacto la razón
madre de todos estos problemas, ninguna de las medidas traerá
la paz y prosperidad a la región.
Y, en Noviembre de 2002, junto con muchas otras
organizaciones luchadoras, ASPROCIG lanzó la campaña hacia su
meta final: ¡Desmantelar a Urrá I! -Abril 2003, Riobamba, Ecuador.
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Agradecimientos:
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Bibliografía
para Informarse: Alzate
Patiño, Alberto y otros (1987) “Impactos sociales del
Proyecto Hidroeléctrico de Urrá” Fundación del Caribe,
Montería, Colombia. ASPROCIG
(2002) “Aumenta rechazo público hacia Urrá I” Boletín,
Lorica, Noviembre. ASPROCIG
(2002) “Identificación
y caracterización de megaproyectos en la cuenca hidrográfica
del río Sinú” Boletín, Lorica, Octubre. ASPROCIG
(2001) “Cuchilla de Cispatá: Plantaciones Comerciales”
Boletín, Lorica, Julio. ASPROCIG
(2001) “Talleres de divulgación, sensibilización y
concertación sobre reglamentación pesquera”, Santa Cruz de
Lorica, Colombia. Calderón,
Mario (1995) “Urrá: otro elefante blanco” en Cien días
visto por CINEP, vol 7, #28, pp. 24-25, Bogotá. CORELCA
(1992) “Las ciénagas del Sinú en el contexto del proyecto
Urrá I” en En busca del desarrollo: Memorias del taller
nuestras ciénagas, Ed: Victor Negrete B., Fundación del Sinú,
Montería, pp. 69-79, Abr.
CVS
(1994) “La concesión de agua” en En busca del desarrollo,
Boletín 9: Memoria de la campaña el reencuentro con el río
Sinú, Ed: Victor Negrete B., Montería, pp 59-63. Guzmán
Arteaga, Ramiro (2001) “Urrá: ¿Desarrollo o fracaso?” El
Tiempo, 27 de Agosto, Bogotá. Negrete
B., Victor (1994) “La expedición del reencuentro” en En
busca del desarrollo, Boletín 9: Memoria de la campaña el
reencuentro con el río Sinú, Ed: Victor Negrete B., Montería,
pp. 48-58. ONIC
(1994) “Construir la represa Urrá I es insistir en el caos”
Informe preparado en vísperas de Do-Wabura, despedida del río
Sinú, Bogotá, Colombia. Plazas,
Clemencia y Ana Maria Falchetti de Sanez (1981) “Asentamientos
prehispánicos en el bajo Río San Jorge” Fundación de
Investigaciones Arqueológicas Nacionales, vol 11, Banco de la
Republica, Bogotá. Pernia
Domico, Kimi (2000) “El proyecto Urrá, según lo hemos visto
los Embera” en Para dónde va Urrá, Ed: Gloria Amparo Rodríguez,
Universidad Nacional de Colombia, Bogota, pp. 21-31, Agosto.
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